En los mismos días que el cartel del Moncayo, nacía este de Bot. Como es habitual, Buru queriendo colocar a sus criaturas cerca de los amigos para que lo mimen y lo cuiden en la distancia.
No es este Coll de Bot un puerto muy conocido, ni largo ni duro, pero en sus numerosísimas curvas y virajes encierra la suficiente tranquilidad para que hasta los corzos se dejen ver en días laborables, cuando por allí no pasa nadie. Y los fines de semana sólo esporádicos ciclistas y senderistas.
Por la zona lo conocen también como Coll Ventós, haciendo alusión a los fuertes vientos que se encañonan y azotan en esas alturas pobladas de pinos y con olor a Mediterráneo.
El cartel se colocó en familia, agarrado fírmemente a la pared rocosa en el mismo alto, y bajo una pequeña visera que la misma roca le ofrece.
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